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Mostrando entradas de febrero, 2021

Saco desamparado

Soy el saco de boxeo  del ademán desinflado. Puñetazos de agua tristes arremeten solados, sin mero rodado, contra la digestión de la pesadumbre que se ingesta a gestos de oído, de escucha vampírica y a flato  y acidez, para daros  una migaja de calma  en el haber.

Taburete bohemio

Hoy la poesía a su antojo se cobija, bañada en aspirinas y apnea inquieta, en la colina del abrazo  de Dríade. Arroja su Opus, épica y delirante, tallando con su Crespo pincel unas nubes de arte ilesa, rumiantes por el omaso de un tramo nuevo y estéril. Para dedicarle al viejo sastre un trapo que limpie el taburete desdeñado de la nostalgia. Para dedicarle un minuto al amor.

Cuatro pasos de tinta

Que no tiene Dale un otoño de cera y escárchala pues, la jeringuilla que droga  las flores de trapo de huecas cabezas encorchadas y encorvadas que aplauden  a lametazos a la virgen cordial de las DIEZ ansiadas traiciones ultrajadas. Brindo Destapo su presión. Acerco mi chismosa mirada. Se aleja el hálito. Me saluda su espuma blanca y brindo al aire con un poco de olvido, junto a Deméter y su falta de interés por el mundo y su estómago lleno de lagartijas disecadas por un plato lleno de escasez. Soy, que no fui En lo visceral  soy sencillo. En la crueldad,  me tomo mi tiempo. Escúchate Ponte el vestido de esperanza, que cuando te duches desnuda y sincera tus huesos cantarán más alto que nunca una nana de realidad.  

Vida postiza

Tus uñas de manicura hipócrita rascan en psicosis, por su torbellino de odio, pieles de flaqueza. Tu sonrisa   postiza ostenta dientes que odian a carcajadas y que dicen amar a chasquidos tristes y rechinantes. Tu mente,  perversa y nerviosa, viste de gala;  huele a perfección. Y. Tu pecho,  de fracaso ególatra, se deshincha  a falsos suspiros tras tus aires  de grandeza. Sí. Te preocupan las arrugas de la cara pero te importan  UNA MIERDA las del corazón.

Tres clavos blandos

Caminando en calma Un cortavientos de tela afeita el mentón del sendero para poder peregrinar a pies descalzos por la llanura del pasado a tiempo completo por un segundo; solamente uno, de vida. Santuario de convictos Un paraguas es el sumidero de ladrones  de pulmón manchado que astillan en sí, a frívolos templadores que maniatan desde su caja de valquirias, hasta el santuario del reposo y sosiego para poder mirar a crugidos de antojo, su minutero usado en un paquete de tabaco armado a pedazos de naufragios. Restos Una vitrina hecha cenizas muestra el carisma de un lápiz sin mina que dibuja cual vacío un credo  de lámina hueca rellena  de claroscuros, a carbón y doncellas deshechas.

Hereje pasivo

Vuestros son. Sudores arrinconados en un festín afrodisíaco trajinando salvia hundida y hedionda en los últimos minutos de la tolerancia perturbada por lechos de cemento en un agujero de prisas narcisistas. Vuestros son. Malos humos destilados por una nariz ventrílocua, tras caladas de jolgorio que pasean  a hurtadillas por el antro rojo de las mil vocaciones. Vuestros son. Mudos clamores que anudan ventanas crudas y abolidas por el papel viejo y arrugado de una arrollada discordia nacida a despecho del vientre  del honor, el pavor del hereje.

Burdel de sotanas

Meros entresijos conspirando cobijo en una almohada de mosca cojonera en alcoba risueña de reloj de ramera. Rompe el sonido de un mal aliento a gemidos de piedra que traiciona canderosa su antiguo corazón de lava friolera. Se pone el sayo bajo sello, cubre en manto el monasterio y le llora a una cruz sofrita por los huevos de un burdo burdel, los secretos de estado mental y visceral de un apartado espejo que dicta en un matrimonio de uno, roto y hendido, su perfil de harto harapiento. Abre sus puertas y dice: ¡Bienvenidos, soy el templo de la luz! VENGO a ayudaros, a despejaros, a engañaros, a robaros, a destrozaros y después a follarme  a vuestro hijos.

Rezando a la Nada

Un poco de averno adinerado, retoños de Morfeo juzgados por bastardos de Somnis y la gracia familiar filtrada  por un retumbante Nix de lengua noctámbula. Una migaja de sexo en un porvenir de tácito asesino y  Ares pidiendo clemencia a la polla de un súcubo INmortal e INmoral. En la pequeña balanza del porvenir pesan más los pechos de la habladuría que los cojones de la bondad. Rezad; Orad. Recoged esperanza y pedid milagros al vacío existencial del portento de Dios que él os escucha a oídos sordos mientras se masturba en vuestra exigua y  escasa existencia.

Colilla abusada

¿Oyes al enjambre de masones moribundos y mamones? Garrotes y palabrerío son sus brazos alados, que azotan sonando malverso el tornado de aspiraciones que se apacigua al ritmo de bongo y desnudez, tan eficaz como obligar a oler el nenúfar de la tristeza a una colilla caliente y olvidada.

Mi Musa

Duermes en mis dunas y sueñas, dueña en mis trazos, despertando en mí  sonrojo y sosiego. Eres escueta pero compleja; de rencor barbilampiño. Imberble pero fogosa. Dulce y pequeña. Rápida como la ruina. Implacable. Fugaz  pero  para siempre. Naces de la Nada. Vives por Todo. Y por toda tú, mi Estro y Seducción, muero de amor. Mi mástil, mi serenidad; mi calma. Mi silencio, mi piano; mi armonía. Mi cielo, mi perla; mi vicio. Mi sueño, mi camino...  Tu voz. Mi locura, mi decadencia; mi caos. Mi látigo, mi obligación; mi ama. Mi ira, mi implosión; mi sacrificio. Mi corazón, mi fin...  Tu Ser. Mi musa, inclino mi alma,  mis suspiros  y mis alas para llevarte  de la mano  y de la vida, por este paseo  que el amor y el caos nos ha dibujado  a tinta eterna. Por los rasgos de Ananké y su abrazo a Chronos en nuestra historia en caja de música,  bailando a nuestro gusto a cerámica y cuerda, sobre sonrisas  de claqué.

Pajarracos

Hoy  he visto  la sonrisa  más sincera. Era, soberbia ella, la de un espantapájaros en un parlamento  vacío.

Ceguera mentirosa

El pasillo es largo. Tanto  que se perfila  en forma de embudo; tanto  que el macizo  se torna borroso  a mis ojos. Se oyen sus pasos. Fuertes, seguros y cada vez menos distantes. Se topa conmigo;  a mis espaldas. Roza mis gemelos con su silla de ruedas de metal oxidado,  viejo  y cansado. Dice que le mire las piernas. Que viene de hacer alpinismo; que las tiene invencibles. Le respondo que no tiene. Me dice que sí. Que es a mí a quién le falta medio cuerpo. No veo sus tobillos. No los veo,  pero juro haberle oído  caminar.

Baile de despedida

Tu caspa intrínseca irrumpe en un regocijo de jazz. Baila leprosa encalando losas, y cuando es baldada atisba cabizbaja comiéndose a sí misma, los restos de una vida tristes y vacíos como una pronta despedida corriéndose por desgaste en un saco de féretros hastíos.

Puerta a la hipocresía

Estadillos de hierba desahuciada acristalan rascacielos de fracasos. Entrad. Picad el timbre  de la potestad marginada. Dejad fuera los zapatos de la piedad y quemad pues, los ojos de la pobreza a fuego de cigarro mojado en cocaína y crueldad bajo ignorancia acuclillada.  Sed mierda innata y convertiros  en otro principe en casa de ratas. Sed planos como poder al óleo e inútiles como hebilla en esqueleto. Sed lo que sois. Viento durmiente, ascuas tiritantes y cielos ocultos bajo ladrillos callados y distantes. Sed lo que sois. Sombreros vacíos, verborrea insonora y gonorrea virtuosa vuestra historia repleta, completa y eterna de Nada escrita en prosa.

Viejo albedrío

Bajo un sucio mundo  de mucho mechón y poca frente deformidades en aspirinas mezcladas con Albatros risueños hacen que un pícaro anarquismo, él montaraz y cartógrafo, construya con un pincel de saliva y artrosis, necesidad y placer cogidos de la mano  por el camino de la vejez.

Falso mártir

Arraigado sea el compás del haber, escrito a rizos de insomnio abortando guillotinas de placer. Un tendón de pisapapeles y un renglón de llanuras torcidas visten al síndrome del impostor de traje, perfume y mentiras. Un choque de anginas salpica desazones despertando la Mudez, manchando a jaques, fría y elocuente su propia desnudez. El sacrificio de una antorcha volátil y sesgada, dócil y satírica, cautiva sin elocuencia los males de un polvo en abstinencia quejica. Y ahora pide pausa bajo la enmienda inmensa y mansa el falso mártir pintado de mierda mientras descansa.

Flechazo de fatiga

Una dosis de flaqueza inaudible; un clavo en el trasero de Dios que hace temblar por cada paso unas rodillas de cristal atadas a veintitrés párpados de plomo de un cuerpo que solo quiere, vetusto y mellado, cubrir el desalojo del resquebrajo de la gratitud. Tras el sumidero bochornoso  de lienzos hermafroditas y retratos agredidos por el sinsentido de una desganada pasividad, me pregunto de nuevo ¿Qué hay después de la ansiedad? Pues estoy harto  de conocer su primer flechazo, en cada suspiro que que pisa en mí su disparo avaricioso  de tallos disfrazados de una fiel muchedumbre vestida de miel, ácido y soledad.

Trozo de Algo

Frágiles como la saliva de una condena. Salvajes como el estornudo de Gaia. Tenaces como las quimeras de una noche. Ciegos como el indulto a la falsa piedad. Vivimos en una calle de fingida necesidad  colectiva. Ya nadie tiene una base de lo que en realidad queremos, y menos aún de lo que somos. ¿Somos?, somos. Somos un híbrido; una mezcla entre la consciencia, el ego y la mierda. ¿Somos?, soy. Puedo estar contento y enfadado a la vez. Puedo llorar de rabia a mitad de la felicidad, y puedo sentir amor mientras la tragedia me abraza. Puedo conversar conmigo mismo  y discutir sobre la libertad. Puedo estar tranquilo porque mis pequeñas  sonrisas dentro de un lago de ira hacia el mundo son cruciales para ser lo que soy:  Uno más, que será uno menos. Un pequeño trozo de Algo, en un gran pedazo de Que. Uno, solamente uno.