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Lo que tú

Lo que rompen tus manos Bucanera, bucanera; recoge tus eclipses y siéntate tus piernas, que de entre penas sazonada a picaportes  se humedece la mugre de tu taimada colmena; que reliquias angostas colgantes de tus orejas a pendientes difusos, si ya no bulliciosos, amortajados al suelo erráticos se procrean. De entre distorsiones de cultos ingresados tus arcaicas lagunas de goteo demolido versan malvadas; que a sumo cuidado grabadas en laurel son el servido tablero del templo sentado. Lo que manchan tus dedos Esmerado tu espanto solazado en aprensión muestra el barranco de resbalosa pasión. Como apotronada antigualla retorcida de oxígeno y tan pesadas lumbares llevas pastoso el caminar de tu casi humeante cadáver. ¿Cuántos bustos mirones  hacen falta en tu cumbre para que te sientas tan desnuda y pequeña como todo letargo que lastras humillante? Tienes las manos de Midas pero el don de tus dedos acollados en miseria; y como bien te destinas, marchitas lenta tu latido engullendo todo aqu

Pestilencia vuestra

Recados desollados tajantes y maleantes trocean desolados perversos malabares. Castos vasallos de penes junglares, carnosos y bastos, esclavos danzantes se arrodillan vagos con muda voz cantante a eslabón de caro y pestilente amante. Vuestros actos de lujuria cobarde os facturan claros muertos de hambre.

Deidad despojada

Fantasmas del recuerdo susurrantes en cada desquicio son el torniquete a la paradoja del último escalón al inicio. Ni rascando el musgo a esta piedra de hueso nota caricias el nimbo  que cosquillea travieso; ni partiendo el tiempo a pedazos de etapas es capaz de sonrojar su gravilla abortada. A trazas de cultura, vesánica abre puertas, una orgía sorpresiva de Dioses sin cabeza. Ebisu perdedor es colgado; Tique marginado le diseca e interracial la mala suerte prospera en imprudencia. En su nacer de bosques rabiosos, Parodia sierva de cima mezclada, son mestizos sus ángeles sarnosos que nocturnos violan nuestro alma.

Fiel guerrero perdido

Cabido a empeño se incrusta el casco y firme en esfuerzo torcido se afila. De armadura errante y de grebas oxidadas viste a uniforme de vida apagada. De escudo agrietado y espada ablandada a rota huella rompe filas y levanta su arma; Y sigue luchando casi a babor su alma petrificada de escollos pero recta de espalda.

Capitana de la cripta

Y esta simbiosis partidaria de la singularidad, ejemplar de la soledad, se folla a sí misma por los pasillos retumbantes de la locura y la esperanza por volver a ser siervo de los minutos enterrados por el hedor del rasguño del picor insostenible de una herida, si no traficada por el destino, deshecha del camino. Tal y como manda la capitana sus redes arrasan con el campo y sus hilos retorcidos de paja mental vuelven y devuelven a rodeos de bipolaridad su corona cautiva a la cripta reutilizada que a frescos de historia bautiza su alcoba y su almohada que nadie desea pero en la que todos terminamos siendo parte  de su calmoso escenario repleto de carozos inútiles.

A 48 versos del pozo

Parte 1 - Desde los distantes cirros En instinto me visto de bolinche por la en mis huesos aflicción siendo alérgico a la humedad de tempestades sine qua non. Ruedo alado, tuerto de brazos, por esas nubes que distante me hacen. A vista de águila os observo, que no admiro, entre rendijas cachondas de cúmulos esponjosos; y el tiempo apresado, funcional en su trabajo, muestra medio vizco un indigno legado. Parte 2 - Adaptados a la constante Los tantos contratiempos que carentes reñimos son éstos hojas de troncal que secos dejan de parirnos. Los podemos, firmes, añicar con tan solo cerrar el puño y moler hasta abortar arenillas del perturbado minutero tozudo; y soplar en nuestras manos festejando a despedida poética, como meollos en un arroyo de gracia  seducidos por su fuerza magnética, erradicando en él nuestro ser y estar, para dejar de ser y para dejar de estar volviéndonos capaces en valentía de capar la endiablada ansiedad. Parte 3 - Somos nuestros problemas Ansia nuestra en sayón de

El cuidador

Siendo irracional veo claros lejanos desamparados de mis explosivos hallazgos pero callo como calla la Paz pues solo deseo ser amigo tomado, y un tornado de ropajes que cuida a la fusilada charca calmosa de vuestros versos más perversos.