Cuando procede la fantasía a extraviar la cordura y dejarse llevar por el cuerpo de una estrofa que maldita es suscrita a la realidad, es entonces cuando el tiempo alarido y carente de cerrojos, iza a deleite de la sabrosa y conjurable tiranía su petrificado relinche de sórdido precipicio para ser pelaje sobre huesos desprovistos. Y su letra, pequeña y sexy hecha gravilla, es el traje de su única apuesta apolillada de tal vez placentera sinceridad. Su huraña y jurada lealtad al mortuorio santuario manchado, es arrebatada por un halo engañoso que siempre será musa, irreal pero verídica, en el santo momento de clavarse en el papel.