¡Dios de la oscuridad, aíslame!
Érebo noble destripa
los trozos sobrantes de luz
que agrietados abdican
dejando paso
de la prosa la virtud
podrida y sumisa
de lírico desapego.
Sus alas cruzadas
fortuitas por ambición
corrompen la alegría,
alergia del bohemio poeta,
formando un Imperio
de cruces adictas
al placentero dolor;
dolor de la manecilla
que apuñala a destiempo
a fiel acogida
del deleite
de meterse
su jugoso corazón
entre las piernas
de su papel
famélico de amor.
Comentarios
Publicar un comentario