La saeta de la vida
El hacedor de latidos
al aflojar el anular
y sus fieles compañeros,
deja de tensar el arco
y bajo plumaje encrespado
una saeta
de punta oxidada
ya no es manecilla
ni controla el tiempo
de una agostada brocha
que cuál cerilla usada
se desintegra
dejándose llevar
desapareciendo
por el viento;
ese viento certero
que nos arrastra
siempre
hacia el mismo lugar
con sus ojos
de deshecho.
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