Ceguera mentirosa

El pasillo es largo.
Tanto 
que se perfila 
en forma de embudo;
tanto 
que el macizo 
se torna borroso 
a mis ojos.

Se oyen sus pasos.
Fuertes, seguros
y cada vez
menos distantes.

Se topa conmigo; 
a mis espaldas.

Roza mis gemelos
con su silla de ruedas
de metal oxidado, 
viejo 
y cansado.

Dice que le mire las piernas.
Que viene de hacer alpinismo;
que las tiene invencibles.

Le respondo que no tiene.

Me dice que sí.

Que es a mí
a quién le falta
medio cuerpo.

No veo sus tobillos.

No los veo, 
pero juro
haberle oído 
caminar.

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