Flechazo de fatiga

Una dosis de flaqueza inaudible;
un clavo en el trasero de Dios
que hace temblar por cada paso
unas rodillas de cristal
atadas a veintitrés párpados de plomo
de un cuerpo que solo quiere,
vetusto y mellado,
cubrir el desalojo
del resquebrajo de la gratitud.

Tras el sumidero bochornoso 
de lienzos hermafroditas
y retratos agredidos
por el sinsentido
de una desganada pasividad,
me pregunto de nuevo
¿Qué hay después de la ansiedad?
Pues estoy harto 
de conocer su primer flechazo,
en cada suspiro que que pisa en mí
su disparo avaricioso 
de tallos disfrazados
de una fiel muchedumbre
vestida de miel, ácido y soledad.

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