Cabido a empeño se incrusta el casco y firme en esfuerzo torcido se afila. De armadura errante y de grebas oxidadas viste a uniforme de vida apagada. De escudo agrietado y espada ablandada a rota huella rompe filas y levanta su arma; Y sigue luchando casi a babor su alma petrificada de escollos pero recta de espalda.
Duermes en mis dunas y sueñas, dueña en mis trazos, despertando en mí sonrojo y sosiego. Eres escueta pero compleja; de rencor barbilampiño. Imberble pero fogosa. Dulce y pequeña. Rápida como la ruina. Implacable. Fugaz pero para siempre. Naces de la Nada. Vives por Todo. Y por toda tú, mi Estro y Seducción, muero de amor. Mi mástil, mi serenidad; mi calma. Mi silencio, mi piano; mi armonía. Mi cielo, mi perla; mi vicio. Mi sueño, mi camino... Tu voz. Mi locura, mi decadencia; mi caos. Mi látigo, mi obligación; mi ama. Mi ira, mi implosión; mi sacrificio. Mi corazón, mi fin... Tu Ser. Mi musa, inclino mi alma, mis suspiros y mis alas para llevarte de la mano y de la vida, por este paseo que el amor y el caos nos ha dibujado a tinta eterna. Por los rasgos de Ananké y su abrazo a Chronos en nuestra historia en caja de música, bailando a nuestro gusto a cerámica y cuerda, sobre sonrisas de claqué.
Inténtalo; Redenciónate, miserable estrofa de la vida. Verás que tus actos de valentía ya no sirven ni para encerrar tus quimeras, pues llevas en los pulmones la alforja creadora de la oscura pasión tras una justa despedida de tu niño lacrimoso interior. No eres lo que fuiste, pues eres el destrozo que ha nacido del canibalismo de tus abrazos.
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