Señor de los cuervos

Desprovisto y en camino de riada
aún caliente mi cuerpo muerto
se presta en convite a aves negras,
y traidoras ellas las carroñeras,
llenan su estómago de maleza.

Soy el señor de los cuervos

y les doy de comer de mi parto;
y les hago una raya de infarto
para que vivan y a picotazos
le partan el tabique a este mundo
lleno de ratas, moscas y lagartos.

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